Cañamar es una planta procesadora de pescado. Los trabajadores son fileteros, envasadores y peones que procesan merluza. Salieron a luchar cansados de la impunidad de esta patronal, que se hace llamar «cooperativa», pero cuyo dueño, el empresario Roberto La Bella, tiene a sus empleados como monotributistas, y con este artilugio los mantiene fuera de convenio colectivo. De este modo, les paga menos de lo correspondiente por su actividad, les hace firmar balances truchos, no cumple con varias regulaciones mínimas, problemas que afectan a muchos trabajadores en otras empresas del sector.
El reclamo por aumento de salarios fue llevado adelante por la base. La dirección del Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (SOIP) se limitó a pedir que «por lo menos se les pague el porcentaje del aumento acordado en paritarias». La burocracia sindical es cómplice necesaria en la superexplotación de los trabajadores, que reciben sumas de dinero en negro, trabajan en condiciones insalubres y se ven sometidos a todo tipo de arbitrariedades por parte de la patronal. La respuesta estatal fue con balas y gases lacrimógenos en defensa de los capitalistas, atacando a los obreros.
La ola de despidos y suspensiones, tanto en el sector frigorífico, como en el textil y el de calzado (Topper, Puma, Dass, Bicontinentar, y en el siderúrgico (sólo Acindar aplicó alrededor de 1.000 suspensiones), son expresión de la crisis capitalista y de las medidas con las cuales el gobierno de Milei pretende castigar a los obreros, privilegiando al gran capital concentrado transnacional, barriendo incluso con ramas o fracciones de empresas locales «seminacionales» y otras de menor poder. Ante esto levantamos la absoluta independencia de la clase obrera. No nos alineamos en defensa de ningún sector patronal, como pretenden peronistas y radicales.
¡Por la organización en comités de base y por la autodefensa obrera contra la represión. Por la huelga general, basta de despidos, reincorporación de los despedidos!
¡Abajo el ajuste de Milei y los gobernadores!