En toda sociedad dividida en clases, la clase explotadora minoritaria vive del plustrabajo de la clase explotada mayoritaria. Para ello, dispone de la necesidad económica, del apoyo de la ideología dominante (religión, nacionalismo, parlamentarismo, etc.) y de la amenaza del aparato represivo del Estado. En caso de revuelta de los explotados y oprimidos, recurre a la violencia de sus tropas armadas.
Cuando surgió el capitalismo, la burguesía, luchando por el poder político o enfrentada a la amenaza contrarrevolucionaria de una o varias monarquías, no dudó en pedir el armamento del pueblo, única forma de aplicar realmente la democracia política. En la práctica, no dudó en movilizar a la masa obrera del campo y de las ciudades (Florencia en 1494, Países Bajos en 1568, Inglaterra en 1642, Estados Unidos en 1775, Francia en 1789, Haití en 1791, Canadá en 1837, Suiza en 1847, Estados Unidos en 1861, etc.). Pero una vez consolidado su poder, la burguesía dio la espalda al armamento del pueblo porque esto amenaza a su dominación.
La primera organización comunista internacional, la Liga de los Comunistas, apoyó este medio de lucha democrático radical (Reivindicaciones del partido comunista en Alemania, marzo de 1848, punto 4). La Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1873) apoyó la Comuna de París, surgida en 1871 de la autodefensa obrera y de la disolución de la policía. El armamento del pueblo se volvió ahora por el movimiento obrero contra el Estado burgués, la policía y el ejército permanente. Así, la abolición del ejército profesional y el armamento del pueblo formaban parte del programa de Le Havre del Partido Obrero (Francia, 1882), del programa de Hainfeld del Partido Obrero Socialdemócrata (Austria, 1888), del programa de Erfurt del Partido Socialdemócrata (Alemania, 1891), del Partido Laborista (Gran Bretaña, 1900), del Partido Obrero Socialdemócrata (Rusia, 1902) y ha sido objeto de repetidas resoluciones de la Internacional Obrera, desde su primer congreso (París, 1889) hasta el último (Basilea, 1912).
Con el declive del capitalismo, la cuestión de la toma del poder por la clase obrera y, por tanto, de la división del ejército y del armamento de los trabajadores adquirió una importancia central, como demostraron el Partido Bolchevique durante la revolución rusa de 1917 y la Liga Espartaco durante la revolución alemana de 1918. De 1919 a 1924, la Internacional Comunista incluyó en su programa el trabajo entre reclutas, la formación de soviets, el derrocamiento del Estado burgués y la insurrección.
Frente al peligro de la revolución proletaria, la burguesía mundial reforzó su aparato represivo. No sólo sus costes astronómicos recaen sobre los trabajadores, sino que la represión estatal apunta y golpea las luchas de los explotados y oprimidos. Es más, las bandas fascistas de auxiliares pequeñoburgueses siguen manteniendo estrechos vínculos con la policía y la jerarquía militar.
La creciente integración de la mayoría de los aparatos del movimiento obrero en el capitalismo, y su corrupción por la burguesía, los transforma en burocracias pacifistas que predican a las masas su confianza en el Estado burgués y en un ala “democrática”, “antiimperialista” o “antifascista” de la clase dominante. Los partidos «reformistas» votan los presupuestos de la policía y el ejército en el parlamento. Los sindicatos burocratizados presentan a los policías como trabajadores como los demás y los organizan.
Por consiguiente, la construcción de un partido obrero revolucionario implica indisolublemente la reanudación de la reivindicación democrática del armamento del pueblo y la lucha contra los agentes de la burguesía que quieren que la burguesía siga armada y el proletariado desarmado.
Si la insurrección no puede desencadenarse en cualquier momento, debe prepararse de forma permanente mediante la denuncia sistémica de la violencia estatal, mediante la resistencia resuelta a la represión policial y a los ataques de las bandas fascistas, mediante la actividad clandestina en el seno del ejército, especialmente cuando incorpora a gran escala a jóvenes trabajadores. En este sentido, ¡gloria a la actividad antimilitarista de la CGT antes de 1914, del Partido Comunista antes de 1934, de la Liga Comunista a principios de los años 1970! ¡Honor a la Liga Comunista que llevó a cabo una actividad antifascista en 1934, honor a la CGT del Libro que había escondido 10.000 fusiles en 1980 durante la quiebra de Manufrance!
La primera tarea hoy en Francia es crear comisiones de seguridad intersindicales durante las manifestaciones obreras y reforzar los piquetes durante las ocupaciones de empresas. O capitulación vergonzosa o lucha revolucionaria por el poder, esa es la alternativa que se desprende de la crisis histórica del capitalismo y del carácter contrarrevolucionario de la burguesía.